A partir de la semana 35 el bebé se calcula que puede ganar entre 250-350 gramos por semana. Sigue creciendo y es por ello que la madre puede sufrir dolores más fuertes de espalda. Sus pulmones ya están desarrollados por completo y se considera que, en caso de parto prematuro, no haría falta administrar ningún fármaco: si éste se produjese en semanas anteriores, habría que administrar corticoesteroides para acelerar el desarrollo de sus pulmones. Aún así, es probable que el feto sufriese alguna complicación puesto que sigue siendo prematuro. También, en la médula ósea comienza el proceso de hematopoyesis (fabricación de sus propias células sanguíneas).
También es en estos momentos cuando el feto adquiere inmunidad a ciertas enfermedades por parte de la madre, por lo que es importante que las embarazadas se vacunen por ejemplo de tos ferina, y de la gripe sobre todo si el parto va a coincidir en otoño o invierno.
La semana 36 es la última en la que se considera al feto prematuro. Éste se sigue moviendo pero de manera más reducida ya que cada vez tiene menos espacio dentro del vientre materno. La madre notará presión en la zona vaginal e incluso contracciones. En caso de que el feto no estuviese ya colocado en una posición óptima para el parto, se podría empezar a realizar técnicas externas que intentan cambiarlo de posición (como se ve en el vídeo de debajo). Aún así, normalmente se espera a entrar ya en la semana 37 para así evitar cualquier complicación que pudiese surgir debido a la prematuridad el feto.
Es recomendable también monitorizar tanto los latidos del feto como las contracciones de la madre de forma semanal, así como aclarar dudas, y enseñar a reconocer los signos del parto.
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